La tristeza es una de las tantas emociones que nos atraviesan a todos por igual. Es normal experimentar agobio o pena ante una pérdida o situación adversa, y a medida que vamos creciendo, quizás, esa sensación de desamparo se puede volver más intensa o desbordante.
Es en esos momentos cuando la música actúa como el ─catalizador perfecto─ que, filtra y libera esas experiencias para ayudarnos a convertirlas en conocimientos prácticos, y por qué no decirlo: sanación.
La música nos permite tomar contacto con nuestras emociones de un modo seguro, afrontando la tristeza de manera acompañada, susurrándonos al oído: «te entendemos, no estás solo, hemos estado en ese mismo punto dónde estás tú».
Y al tararear esas melodías y letras melancólicas se produce algo mágico, terapéutico, nos consuela saber que otros ya recorrieron ese camino, y que de todo se sale, nada es para siempre ni estático.
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